Si
dos personas entran en contacto repetidamente y experimentan un afecto
relativamente positivo, están en un punto de transición y es probable que sigan
uno de dos patrones interpersonales. Muy a menudo, permanecerán simplemente
como conocidos superficiales. Sin embargo, algunas veces, se aprenden los
nombres de cada uno, intercambian información y se convierten en conocidos
cercanos. Estos dos resultados dependen del nivel de la necesidad de afiliación
de cada persona y de la manera como reaccionen a las características
observables del otro.
2.1.
La
necesidad de afiliación
Dedicamos una buena parte de
nuestras vidas a interactuar con otras personas y esta tendencia a afiliarnos
parece tener una base neurobiológica. Se piensa que la necesidad de afiliarse
con otros y de ser aceptado por ellos es tan básica para nuestra estructura
psicológica como el hambre y la sed lo son para nuestra estructura física. Putnam
(2000) propuso que uno de los problemas actuales es la disminución en la
conducta afiliativa a nivel comunitario, nuestras vidas ahora consisten en
menos interacciones interpersonales, menos actividad grupal, menos interés en
tomar un rol activo en la mejora de la sociedad, y la apatía electoral. La
conclusión es que estamos en peores circunstancias como resultado de ignorar
nuestras necesidades afiliativas. Las personas difieren en la intensidad de su
necesidad de afiliación y esas diferencias constituyen un rasgo relativamente
estable. Las personas aprenden a buscar la cantidad de contacto social que es
óptimo para ellas, prefiriendo estar solas parte del tiempo y en situaciones sociales
otra parte del tiempo. Además de estas diferencias individuales, situaciones
específicas pueden activar estados temporales de necesidad de afiliación.
2.1.1. Diferencias disposicionales en la
necesidad de afiliación.
Hay dos enfoques que han intentado
medir la necesidad de afiliación. Por un lado, están las medidas de autoreporte
que incluyen preguntas directas acerca de deseos y actividades relevantes para
la afiliación, permitiendo explorar el motivo explícito a afiliarse. Por el
otro, están las medidas proyectivas, donde se le pide a la persona que
interprete qué está ocurriendo en las ilustraciones ambiguas que le son
presentadas. Este enfoque se dirige a necesidades menos conscientes, explorando
de esta manera el motivo implícito a afiliarse. Parece que los motivos
afiliativos explícitos conducen a interacciones en un contexto social, y los
motivos afiliativos implícitos a interacciones en un contexto interpersonal
cercano. Hill (1987) denomina a estas dos expresiones de la necesidad de
afiliación como necesidad de estimulación positiva (motivo explícito) y
necesidad de apoyo social (motivo implícito). Existen otros dos motivos
adicionales, uno de ellos es la necesidad de atención que lleva a las personas
a ejecutar comportamientos dirigidos a conseguir la aprobación y elogios de
otros. El otro motivo es la necesidad de comparación social que resulta en
interacciones motivadas por el deseo de obtener conocimiento y reducir la
incertidumbre. Los investigadores concluyeron que los seres humanos están
programados para atender y ser sensibles a la información social, cuando sus
necesidades de pertenencia no están satisfechas. Así como el hambre física
incrementa nuestra sensibilidad hacia las señales de comida, el hambre social
incrementa nuestra sensibilidad hacia las señales sociales.
2.1.2. Determinantes situacionales en la
necesidad de afiliación.
Frente al estrés las personas
responden con cordialidad y afiliación. Las personas tienden a buscar a otros,
incluso a extraños, para hablar acerca de lo que está ocurriendo, comparar sus
percepciones y tomar decisiones sobre qué hacer; quieren comparar sus
reacciones emocionales con las de otros. En pocas palabras, las situaciones de
tensión nos conducen a buscar «claridad cognitiva» para saber qué está
ocurriendo (Kulik, Mahler y Earnest, 1994) y «claridad emocional» para entender
lo que estamos sintiendo (Gump y Kulik, 1997). Buscar a otros en este tipo de
situaciones es beneficioso.
2.2.
El
efecto de las características observables: determinantes inmediatos del agrado
y desagrado interpersonal
La reacción de agrado o desagrado
que tenemos cuando vemos a una persona por primera vez indica que algo acerca
de esa persona genera un afecto positivo o negativo. Se presume que estas
reacciones se basan en experiencias pasadas, estereotipos y atribuciones que
pueden o no, ser acertadas o relevantes. Estos estereotipos positivos y
negativos no son buenos predictores de la conducta. Sin embargo, las reacciones
hacia características superficiales ocurren muy a menudo, sin importar lo poco
razonables que puedan ser. La mayoría de las personas responden a un factor de
gran influencia que es el grado de atractivo físico, que se refiere a aquellos
aspectos de la apariencia de una persona que son considerados visualmente
atractivos o no atractivos.
2.2.1. Atractivo físico: evaluar a las
personas basándose en su apariencia.
Las personas tienden a responder
positivamente hacia aquellos que son atractivos y negativamente hacia aquellos
que no son atractivos. La apariencia física influye sobre muchos tipos de
evaluaciones interpersonales, incluyendo el agrado, los juicios de culpabilidad
o inocencia en un tribunal, e incluso la calificación dada a un trabajo. Es
especialmente decisivo al evaluar una potencial pareja romántica. En general,
una apariencia atractiva se percibe como una característica positiva que
influye en la atracción interpersonal y en las preferencias interpersonales.
Numerosos estereotipos se asocian consistentemente con la apariencia. La mayoría
de las personas asume que «lo que es bello es bueno». Las personas no son muy
precisas estimando cómo los otros evalúan su apariencia, a pesar de los
poderosos efectos que tiene el atractivo. Los hombres, en especial, sobrestiman
lo atractivos que son para los demás. Algunas personas de ambos sexos responden
con una ansiedad sobre la apariencia pero es más acentuado en el caso de las
mujeres.
El contenido específico de los
estereotipos depende de qué características son valoradas por una cultura específica.
Las personas atractivas han experimentado a lo largo de su vida el hecho de
gustarle a los demás y de ser tratados bien por los demás como respuesta
positiva a ser bien parecidos; esto se supone que es el origen de su
popularidad, habilidades sociales, alta autoestima y tendencia a la
autorrevelación. Es importante agregar, que unos pocos atributos negativos también
están asociados con el atractivo físico.
2.2.2. ¿Por qué importa la apariencia
física?
Desde la perspectiva de los
determinantes evolucionistas, se cree que la belleza femenina atrae sexualmente
a los hombres debido a que la belleza se asocia con juventud, salud y
fertilidad. Con respecto a un aspecto específico del atractivo, se ha encontrado
una relación entre la longitud del cabello, la edad, la salud y la atracción.
Los hombres tienden a preferir a las mujeres con cabello largo, y el cabello
saludable, brillante y fuerte es un indicio de juventud y salud. El
planteamiento evolucionista general es que si los hombres se sienten atraídos y
forman pareja con mujeres jóvenes, saludables y fértiles, esto aumenta sus
probabilidades de tener éxito a nivel reproductivo. Como resultado, los hombres
con una preferencia por la juventud y la belleza tenían más probabilidad de
pasar sus genes a la siguiente generación que los hombres a quienes estos
aspectos le eran irrelevantes. El dato de que las mujeres estén menos
preocupadas por la juventud y el atractivo de los hombres se explica por el
hecho de que las mujeres tienen un rango de edad relativamente limitado en el
cual la reproducción es posible, mientras los hombres por lo general son
capaces de reproducirse desde la pubertad hasta bien entrada la vejez. La
selección de un hombre fértil para las mujeres prehistóricas, era un asunto de
menor importancia ya que tanto jóvenes como viejos eran fértiles, en cambio, la
elección de un hombre capaz de proveer los recursos y de protegerla a ella y a
su descendencia era crucial. Esta preferencia es mayor en culturas donde las
mujeres tienen un menor nivel educativo y tienen menos control sobre la concepción
y el tamaño de la familia.
2.2.3. ¿En qué consiste exactamente el
atractivo?
Los investigadores han utilizado
dos aproximaciones en su intento por identificar esos indicadores, una de ellas
es identificar a un grupo de individuos evaluados como atractivos y luego
determinar qué tienen en común. Cunningham (1986) utilizó este método con
estudiantes universitarios de sexo masculino a quienes les pidió evaluar
fotografías de mujeres jóvenes. Las mujeres evaluadas como las más atractivas
se situaron en uno de dos grupos: unas tenían «rasgos infantiles» con ojos
grandes y muy espaciados, y con nariz y barbilla pequeñas, la otra categoría de
mujeres atractivas tenía rasgos maduros con pómulos prominentes, cejas altas,
pupilas grandes y una amplia sonrisa.
La segunda aproximación fue
realizada por Langlois y Roggman (1990), quienes combinaron por medio de la
digitalización por computador varias fotografías de caras para formar una sola
cara. La imagen en cada fotografía se dividió en cuadrados microscópicos y a
cada cuadrado se le asignó un número que representaba un matiz específico. Luego,
los números fueron promediados a través de un grupo de fotografías, y el
resultado se transformó de nuevo en una imagen compuesta, resultó que las caras
compuestas fueron evaluadas como más atractivas que la mayoría de las
fotografías utilizadas para crearlas.
Una apariencia femenina
aparentemente se considera un punto a favor, por ejemplo, una imagen
computarizada tanto de hombres como de mujeres es preferida si tiene una
apariencia femenina en lugar de masculina. Los hombres con una apariencia
extremadamente masculina (mandíbula grande, cara cuadrada, frente ancha) son
percibidos como menos cálidos y honestos que los hombres con una nariz delgada,
labios angelicales y una barbilla «adorable».
Una explicación alternativa sugiere
que nosotros nacimos con una preferencia por la simetría, y una cara hecha en
base al promedio de muchas caras es más simétrica que las caras individuales.
Además, hay estudios que indican que las personas consideran que las caras
simétricas son más atractivas que las asimétricas. Porque es un indicador de
salud y por lo tanto de la capacidad reproductiva.
El efecto de contraste consiste en
que una persona considerara menos atractiva a alguien al compararlo con
personas “más atractivas”
Otros aspecto es que el atractivo,
tanto de «chicas» como de «chicos», percibido por miembros del sexo opuesto,
aumenta a medida que la noche. La evaluación de extraños del mismo sexo no
mejora a medida que la hora de cierre se aproxima por lo que el consumo de alcohol
no explica estos efectos, por el contrario, a medida que las personas se van
emparejando y el número de parejas disponibles disminuye, la escasez resultante
genera una evaluación más positiva de aquellos que quedan libres.
2.2.4. Más allá de los rostros: otros
aspectos de la apariencia y la conducta.
Cualquier característica observable
puede actuar como el desencadenante que evoque un estereotipo, y las reacciones
emocionales resultantes, conducir a un agrado o desagrado inmediato. Las
características físicas de una persona elicitan no sólo el atractivo, sino
también los estereotipos, las reacciones emocionales y la atracción.
Uno de los hallazgos más
consistentes de estos y otros estudios es que el físico con sobrepeso es aquel
que menos agrada. Las mujeres
atractivas físicamente tienen mayores preocupaciones por el peso y por la dieta;
esto se debe posiblemente a la expectativa de que ser bonita debe estar
acompañado con ser delgada. Se ha encontrado que una actitud negativa hacia la
gordura, en conjunto con la tendencia a hacer a las personas responsables por
sus atributos negativos, predicen el prejuicio contra la gordura; estas
tendencias son más fuertes en culturas individualistas que en culturas
colectivistas.
Las diferencias conductuales
también son importantes, el parpadeo rápido es interpretado como un signo de
nerviosismo y de falta de atención. Una persona que tenga un estilo de caminar
juvenil elicita una positiva. Una persona que estrecha la mano con fuerza es
percibido como extrovertido y expresivo emocionalmente. La conducta expresiva y
animada, la risa y los estudiantes que participan en clase provocan una
reacción positiva.
Las acciones que sugieren
arrogancia elicitan una reacción más negativa que la conducta modesta, una
persona que exprese ira es percibida como más competente. De igual manera, la
consistencia de la conducta también es importante, posiblemente porque la inconsistencia
sugiere hipocresía. Los hombres que se comportan de una manera dominante,
autoritaria y competitiva son preferidos. Sin embargo, después de interacciones
adicionales que den más información sobre la persona, la preferencia cambia
hacia hombres prosociales y sensibles. Los juicios interpersonales también se
ven influidos por lo que una persona come una persona que come «comida sana» es
percibida como más agradable e incluso superior desde el punto de vista moral. Una
última, y quizás muy sorprendente influencia sobre las percepciones
interpersonales es nuestro nombre. Diversos nombres masculinos y femeninos
están asociados con estereotipos específicos, tanto positivos como negativos, es
posible que las características particulares de una persona muy conocida
lleguen a asociarse a su nombre, y que luego esas características se
transfieran a otras personas con el mismo nombre.
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